José Manuel Ledesma Alonso
Cronista Oficial de Santa Cruz de Tenerife
Hacía un mes que vivía en Santa Cruz. Después de un espléndido día primaveral, al llegar la noche salí a recorrer la Villa, iluminada por un hermoso claro de luna. Soplaba una brisa que refrescaba el ambiente y el mar brillaba como un espejo.
Todo parecía haberse concitado para producir mágicos efectos, pues me vi envuelto en las veladas carnavaleras que atraían a lindas muchachas de todas partes, cuyos brillantes atuendos cautivaban a galantes caballeros que las invitaban a bailar intercambiándose reverencias y tener conversaciones chispeantes, anhelos amorosos y miradas encendidas.
La animación reinaba sobre todo en la plaza de la Pila, donde las parrandas hacían de señuelo para atraer a bailar a las máscaras. De repente, por la calle del Castillo desembocó una alegre comparsa, que rápidamente improvisó un baile. Aquello era encantador, pues jamás había visto nada más extravagante.
Como Santa Cruz no tiene teatro, los jóvenes de la ciudad suelen montar una obra dramática o un sainete burlesco para luego representarlo en los salones de las mejores viviendas de la ciudad. Los propios actores se han encargado de pintar los decorados sobre bastidores portátiles y de hacer sus vestimentas con ropas prestadas o confeccionadas por ellos.
Este año, habían preparado una comedia de Molière, El Anfitrión, traducido al castellano por un poeta local, logrando tanta intensidad en la intriga amorosa que no la tenía el original; pues, donde Molière, con su creadora fantasía, había hecho intervenir al Cielo, ellos lograron captar realidades terrenas, recibiendo los calurosos aplausos del público, sobre todo cuando Sosia hizo llorar de risa al auditorio.
¡Cuantas expresiones ardientes y apasionadas se veían en aquellas muchachas que se ruborizaban de pudor y de amor! ¡Cuantos sueños provocaba el dios de los dioses!
El traductor de la obra, que también era el actor principal, haciendo honor al personaje -El Anfitrión- me invitó a que les acompañara.
Nuestra comitiva era en verdad digna de Molière. Yo, al despecho de Júpiter ofrecí mi brazo a Alcema y ocupé un lugar entre los dioses. Nos precedían Mercurio y la Noche, retozando, y detrás seguía nuestro grupo, reforzado por Sosia y Cleanthis. El grupo lo cerraban los músicos y los portadores de los bastidores, el telón de fondo y el de proscenio, así como los criados cargados con las ramas verdes que mejoraban la representación. Detrás de la comitiva iba una multitud de curiosos que crecía a medida que avanzaba el desfile.
Al llegar a la casa del Capitán General, situada en la parte alta de la plaza de la Pila (La Candelaria), el espectáculo comenzó a cobrar mayor interés al entrar en el salón principal donde se celebraba la fiesta. El baile se detuvo, y en la sala se produjo un repliegue para que los actores pudieran disponer de la mitad de la misma. Por el gran revuelo que se produjo comprendí que nuestra comitiva era esperada con impaciencia. Dos granaderos de la guarnición militar mantenían los bastidores que sostenía el telón, mientras varios soldados montaban los decorados. Después de una breve obertura dio comienzo la representación teatral.

Al concluir la citada representación, el baile se reanudó con más animación, pues todos participabamos de la fiesta en la que las mujeres tinerfeñas derrochaban gracia y delicadeza. Sabino Berthelot (Francia, 1794, Santa Cruz de Tenerife, 1880), llegó a Santa Cruz en enero de 1820, alquilando una vivienda en la calle de las Tiendas, actual Cruz Verde. En 1826, Alonso de Nava y Grimón, marqués de Villanueva del Prado, le encargo dirigir el recién fundado Jardín de Aclimatación de La Orotava.
Después de recorrer, durante dos años, todos los pueblos del Archipiélago, junto al inglés Philip Barker Webb, publicó Misceláneas Canarias, una serie de relatos en los que describe a la sociedad isleña de aquella época: personas, indumentaria, hábitos alimentarios, fiestas, oficios, viviendas, etc. (El relato expuesto se encuentra en la segunda miscelánea -Santa Cruz-) En 1830, publicó en Francia Historia Natural de las Islas Canarias, un estudio científico completo y extenso sobre el Archipiélago sobre la historia, la antropología, la geografía, la geología, la zoología, la botánica y la etnografía del Archipiélago. A él se le debe la aplicación del término “guanche” a los aborígenes tinerfeños.
En 1874 fue nombrado Cónsul de Francia en Santa Cruz de Tenerife. En 1876, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acordó nombrarlo Hijo Adoptivo de la ciudad, siendo el primero en recibir esta distinción en las Islas Canarias y, en 1901, le pondría su nombre a la antigua calle Las Flores.