SEMANA SANTA, SIGLOS DE SEMANA MAYOR GRANCANARIA

Por Juan José Laforet, cronista Oficial de Gran Canaria

“Semana Santa isleña de inefable memoria: traje nuevo bordado, zapatos de charol…Ruidosos triquitraques del Sábado de Gloria: humo de sahumerio, algarabía y sol”. Con estos pocos, pero hermosos y elocuentes versos, verdaderos espejos de un tiempo y un acontecer, plenos de los sentimientos más íntimos de tradición, de devoción, de luminosas mañanas procesionales, que colmaron y colman la memoria de muchísimas generaciones grancanarias, describía la “Semana Santa isleña” la admirada poetisa y escritora Josefina de la Torre, vinculada a la Generación de 1927. 

Y es que, pasados los carnavales, en los largos cuarenta días de la Cuaresma, tanto el ambiente de la ciudad, muy en especial en los barrios procesionales de Vegueta y Triana, o en lugares como el Puerto de La Luz o el pueblo de San Lorenzo, como en muy distintas localidades de toda la isla, donde estas ceremonias cuajaron con esplendor en el paso de los siglos, se impregnaba poco a poco de una incipiente inquietud, de un ánimo muy especial por la cercanía de la que nuestros antepasados denominaban “Semana Mayor del año”, para la que debían las familias prepararse para asistir, tan correctamente dispuestos en lo espiritual, y en lo material, según mandaban los cánones tradicionales, a los diversos actos solemnes que llenaban todos  los días de aquella semana, o acudir a las casas de familiares y amigos desde las que se podía disfrutar del paso de las procesiones y eran obsequiados con dulces y refrescos, propios de una singular gastronomía y repostería que afloraba en esos días del año marcados por el ayuno y la abstinencia, como recoge Domingo J. Navarro en sus “Recuerdos de un noventón” (1895). 

En la actualidad, cuando estas históricas y tradicionales celebraciones cobran un auge interesante,  también ya desde los días de la cuaresma se vive y se palpa un ambiente intenso,  pleno de vivencias cofradieras, en los ensayos y preparativos que realizan hermandades y patronazgos, en los pregones de cada una de ellas y en el oficial de la Unión de Cofradías en la Catedral de Canarias, en actos culturales como la exposiciones de Arte Sacro, en la publicación de muy diversos y atractivos carteles anunciadores y de diversas guías y programas, en los conciertos de marchas procesionales o de música sacra, o incluso  en los escaparates que muchos comercios que adornan de forma acorde a estas celebraciones.

 Llegan con el mes de abril unas celebraciones con identidad y sabor propio de lo grancanario, que ahora toman carta de naturaleza plena, pero acorde a los tiempos actuales, en las que se acumulan siglos de historia, un rico patrimonio artístico – cultural, un verdadero acervo espiritual y religioso, que son exponentes del ser y el sentir isleño, con imágenes tan gráficas como esa bellísima estampa de la mañana del Viernes Santo cuando, bajo el palio de las palmeras vegueteras, entre cientos de mantillas blancas, avanza el Cristo de la Sala Capitular , acompañado por la Dolorosa de la Catedral –exquisita obra de la imaginería de Luján que procesiona sobre el espléndido trono que en 1943 talló para ella el célebre escultor grancanario Juan Jaén-. Una expresión más de ese crisol de culturas que, tras tantos siglos de encuentros y de caminar por el Atlántico entre tres orillas, hacen de esta isla y su capital un gran asentamiento cultural europeo y universal.

Unos días y una “semana mayor” en los que grancanarios y foráneos se encontrarán y disfrutarán de tradiciones, costumbres y prácticas sociales de ayer y de hoy.  De tiempos pasados, de aquellos primeros años en los que se asientan los orígenes de la Semana Santa grancanaria, con cofradías consagradas al Crucificado en Vegueta y Triana, hoy queda la talla del “Señor de la Humildad y Paciencia”, que se considera del siglo XVI y con ello la más antigua de las imágenes que procesionan en la actualidad, procedente de la antigua ermita de Los Remedios. En la mitad del siglo XX, después de 1941, aparecería otra tradición de enorme arraigo veguetero, ante la que surgen versos como esos que, en el más absoluto recogimiento, le dicen: “Silencio de Vegueta./ Madrugada sin horas,/ Silencio en el rito y hasta en el rezo,/ Silencio de siglos…”, o en Triana se verán ante esa nueva tradición de “Los Dolores de Triana”, que a finales del siglos pasado emraizó plenamente en el alma semanasantera de la ciudad, y lo muestran unos versos de 1997  en los que se hace patente esa “Antigua ermita de los marineros,/ oración de los mareantes,/ remanso y sosiego para el alma aturdida/ en las tardes de la semana de pasión…”

Acercarnos al origen de las celebraciones más populares de la Semana Santa grancanaria es hacerlo a una figura que resulta aquí imprescindible, la de José Luján Pérez, o “Señor Pérez” como le conocían sus coetáneos, y de quien Domingo Doreste Fray Lesco dijo que “es todos los años el primer predicador de la Semana Santa”. Tanto se consideró la valía de este imaginero que en abril de 1922 se propuso que se le hiciera un gran homenaje, con una exposición de sus obras en Madrid, para que la trascendencia de su arte fuera conocida en toda España; algo de lo que se hizo eco incluso la prensa madrileña de la época. De Luján, fechadas en 1802, son las tallas del Cristo de la Caída y del Cirineo; ese “Cristo del Encuentro” al que pregonan unos versos que le dicen:  “…Cristo de la Caída/ antes que se ponga el sol/ quiero pregonar mi homenaje/ por plazuelas y callejones/ de esta Jerusalén grancanaria,…”

Un año más llega la semana mayor del año, esa Semana Santa de Gran Canaria  y sus seculares tradiciones, y lo hace con esa blanquísima “mantilla canaria”, que en estos días se despliega en el alma isleña como esa otra bandera que enarbola su añoranza.