Experiencias negativas en el parto y lactancia

Eduardo Doménech Martínez. Catedrático de Pediatría de la ULL (jubilado)

Tras el nacimiento de un niño, el objetivo a alcanzar durante su permanencia en el hospital es lograr su adecuada y rápida adaptación a la vida extrauterina. El proceso de la alimentación de un recién nacido (RN) es una compleja interrelación que afecta tanto a la adquisición de nutrientes por el RN, como a la interacción entre la madre y su hijo (contacto físico, orientación olfativa, voz materna).

Dado que los neonatos son fisiológicamente dependientes de sus “cuidadores” para sobrevivir, desarrollan comportamientos que procuren y mantengan la proximidad materna (el llanto, la succión, el contacto ocular …) y que la rutina hospitalaria no debe entorpecer, salvo que la salud de la madre o del niño así lo requieran.

La lactancia materna, al favorecer el contacto y la relación madre–hijo puede tener una influencia positiva en el desarrollo infantil. Pero además hoy sabemos que hay una correlación fisiológica, pues la leche materna contiene muchas sustancias que actúan como mediadores entre la madre y niño y establecen una comunicación bioquímica o fisiológica. En este sentido, la leche materna puede ser considerada como una extensión parcial y temporal del ambiente intrauterino a la vida extrauterina (4).

La interacción madre-hijo puede estar influenciada, entre otros factores, por el estado nutricional de la madre y del hijo; por factores médicos y del desarrollo del RN (prematuridad, hijos de madres drogadictas o diversas circunstancias que entorpecen la interacción); por el modelo de respuesta de cada pareja madre-hijo (la sensibilidad de la madre para responder a las llamadas del RN y por parte del RN, la forma en que exprese su satisfacción o su hambre o su deseo de interacción social, y si responde a los reclamos de sus padres sonriendo o emitiendo sonidos) y un ajuste síncrono entre ambos.

Cuando la interacción madre-hijo funciona adecuadamente se favorecerá la alimentación del RN, al responder el lactante más socialmente y usar menos energía, al estar su “cuidador” mas atento a sus demandas, lo que a largo plazo dará lugar a una mejor nutrición y continuidad de las experiencias alimenticias positivas.

Las madres que sufren experiencias negativas durante el parto pueden enfrentarse a desafíos importantes algunos de ellos relacionados con la lactancia. Ello da pie a determinar las posibles consecuencias del vínculo madre-hijo para las mujeres que eligen no amamantar o no pueden optar por este método para alimentar a su bebé.

Ante la llegada de un hijo, todas las madres pasan por los mismos acontecimientos biológicos básicos (un parto vaginal o una cesárea), lo que cambia es el impacto del acontecimiento, que se convierte en único no solo por los procedimientos médicos que pueden ocurrir durante el evento, o la falta de ellos, sino también por sentimientos y circunstancias menos cuantificables, exclusivos de la mujer.

El trauma del parto puede ser consecuencia tanto de complicaciones físicas como de angustia psicológica. Suele surgir cuando las madres se sienten desamparadas, ignoradas o fuera de control durante el parto. Las investigaciones indican que una de cada tres madres considera traumática la experiencia del parto y alrededor del 4% desarrolla trastorno de estrés postraumático (TEPT). Este trauma puede provocar agotamiento, tensión emocional y una recuperación física prolongada.

Investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Lincoln de Pensilvania (EEUU) han observado que estas experiencias de parto también pueden afectar a la lactancia materna, de forma que las madres que se sintieron satisfechas con la atención médica recibida y percibieron su experiencia de parto de manera positiva, tenían más probabilidades de amamantar a sus hijos durante un largo período de tiempo, frente a aquellas que experimentaron angustia o insatisfacción durante el parto.

Ante este tipo de situaciones, dichos investigadores proponen una serie de estrategias, siendo una de ellas un enfoque que permita a los profesionales sanitarios comprender y reconocer el impacto del trauma en el bienestar de una persona.

En lugar de centrarse únicamente en los aspectos físicos de la atención posparto, estos profesionales también tienen en cuenta los desafíos emocionales y psicológicos que pueden enfrentar sus pacientes, garantizando que las madres se sientan apoyadas y comprendidas.

Las nuevas madres que han experimentado un parto traumático van a requerir atención adaptada a las cicatrices emocionales de sus experiencias traumáticas, asegurándose de que se sientan realmente apoyadas y comprendidas.

Por otra parte, la ayuda práctica de los asesores de lactancia puede ayudar a resolver problemas que pueden surgir en torno a la lactancia y hacer, de ese modo, que sea menos estresante. Por último, una red sólida de parejas, familiares y amigos puede brindar tranquilidad y asistencia práctica, creando un entorno en el que las madres se sientan empoderadas para abordar la lactancia y la recuperación.