Exceso de peso: Fármacos y estrategias

Por Eduardo Doménech Martínez. Catedrático de Pediatría de la ULL (jubilado)

El sobrepeso y la obesidad infantiles, denominados conjuntamente exceso de peso, son un problema de salud pública, asociados con mayor riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión arterial, síndrome metabólico y alteraciones psicosociales, así como enfermedades cardiovasculares o algunos tipos de cáncer en adultos. El exceso de peso infantil es un problema multifactorial, consecuencia de la interrelación entre distintos factores genéticos, ambientales y del contexto socioeconómico, a su vez asociado al entorno familiar, comunitario y escolar.

El exceso de peso infantil es, por tanto, un problema de salud pública creciente y — en un estudio denominado ALADINO— se han analizado las diferencias en la evolución del sobrepeso y la obesidad infantil en España en el periodo 2011-2019 por sexo, edad y nivel socioeconómico (Gutiérrez-González E y colaboradores. An Pediatr. 2024; volumen 100 paginas 233-240), observando que entre 2011 y 2019 disminuyó la prevalencia de sobrepeso en niños de 6 a 8 años (de 26.7 a 21,9 %), mientras que la obesidad en niños 20,9-19,4 %), el sobrepeso (25,7-24,7 %) y la obesidad (15,5-15 %) en niñas, se mantuvieron estables (utilizando los criterios de la OMS para su definición). 

Dados los escasos resultados obtenidos hasta ahora, son muchos los estudios y ensayos clínicos que se han llevado a cabo, entre ellos, los que se refieren a los fármacos para la obesidad, que suponen una revolución para su tratamiento. 

En la obesidad, se observan disfunciones del tejido adiposo, que secreta proteínas importantes para la salud denominadas adipoquinas, y del músculo, que es también un órgano, que secreta unas proteínas llamadas mioquinas. La disfunción de estos dos órganos conduce a una elevación de su secreción y pasan a ser perjudiciales, derivando en un ambiente favorable para un estado de inflamación crónico de bajo grado y estrés oxidativo, lo que serían el nexo entre la obesidad y las enfermedades asociadas. La variabilidad en la respuesta al ambiente obesogénico se ve igualmente en el tratamiento, pero hay que tener en cuenta que hay más de 600 genes asociados a la obesidad. 

La Guía española del manejo Integral y multidisciplinar de la Obesidad en personas Adultas (GIRO) recientemente propuso un cambio de enfoque. En la obesidad hay un desbalance energético, pues debe haber un equilibro entre la ingesta y el gasto energético. Todo ello, a través de un sistema de regulación del apetito. En la obesidad, hay un cortocircuito de éste, y ahora sabemos que el cerebro de una persona con obesidad es diferente que el de las personas con normopeso, y con obesidad nos saciamos más tarde.

En cuanto al tejido muscular, es otro factor muy importante en el desarrollo de patologías de la obesidad, pues las mioquinas que secreta cuando realizamos actividad física pueden influir en varios procesos, como la regulación del metabolismo de la glucosa, la inflamación y la salud cardiovascular, por lo que juegan un papel clave en nuestra salud. 

Pero, también hay otros factores que determinan la salud: el estilo de vida, la alimentación, el ambiente sociocultural, la contaminación ambiental, etc. Todos ellos peuden ser los mecanismos epigenéticos, que actúan como interruptores de nuestros genes, que los encienden y los apagan. 

Por último, está la microbiota intestinal, pues es primordial mantener una microbiota sana en la patología de la obesidad. 

Se pretende pues, llegar a un algoritmo para el diagnóstico molecular y morfofuncional de precisión y para la terapia personalizada. 

Los fármacos actuales van dirigidos a controlar la patología y hay personas que no responden tanto a ellos, por lo que queda camino por recorrer en su investigación. No todo viene por la ingesta, pero todo está relacionado con el gasto energético y la regulación del sistema metabólico. Ahora se habla menos de la pérdida de peso y más de la ganancia de salud. No sólo es cuestión de mejorar las morbilidades, sino la calidad de vida y prevenir las complicaciones. Cuánto mayor sea la pérdida de peso, mayor será el impacto en la salud. Hasta hace unos años, las pérdidas del peso eran en torno 5-8 %, pero en estos momentos, son posibles mayores pérdidas. Pero sin un cambio en el estilo de vida, los fármacos van a fracasar. 

Se ha visto que los agonistas del GLP-1 (péptido similar al glucagón tipo 1) han supuesto esa revolución en el tratamiento, pues hay receptores de GLP-1 a lo largo de todo el organismo. Los agonistas del GLP-1 son una clase de medicamentos que se utilizan principalmente para el tratamiento de la diabetes tipo 2. Funcionan imitando la acción del GLP-1, una hormona que se libera en el intestino en respuesta a la ingesta de alimentos. Estos medicamentos ayudan a aumentar la secreción de insulina, disminuir la liberación de glucagón (una hormona que eleva los niveles de glucosa en sangre) y retrasar el vaciamiento gástrico, lo que contribuye a una mejor regulación de los niveles de azúcar en sangre y ayuda a controlar el apetito por lo que algunos estudios han mostrado que también pueden ayudar en la pérdida de peso, lo que es un beneficio adicional para muchas personas con diabetes tipo 2.  Con estos fármacos, se logra también controlar el síntoma de la obesidad, por ejemplo, con la semaglutida (Ozempic®) se consigue un mantenimiento de la pérdida de peso. El fármaco agonista de tercera generación, la tirzepatida, se ha visto que consigue pérdidas de peso muy significativas, de hasta el 22,5 %, por lo que puede retrasar la cirugía bariátrica (cirugía para la reducción de peso), porque logra porcentajes de pérdida de peso similares a ésta y en pacientes con apnea del sueño mejora ésta. No hay estudios a muy largo plazo, pero se sabe que la molécula GLP-1 y sus agonistas tiene la capacidad de actuar como una estrategia multifactorial y se ha demostrado que estos fármacos actúan a su vez a nivel del proceso antiaterosclerótico. La semaglutida, por todo ello,  se ha autorizado recientemente para tratar la obesidad infantil en pacientes con diabetes tipo 2.

Finalmente, el 24 de Julio de 2024, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, presentó la Estrategia Nacional de Alimentación (ENA), señalando que el cambio climático, la inestabilidad geopolítica y la transformación tecnológica exigen cambiar la forma de producir, comprar y consumir alimentos y para ello invita a una amplia participación en el proceso de su elaboración para configurar una estrategia completa, transversal y útil para todos los eslabones de la cadena alimentaria y la ciudadanía

El Comité de Nutrición y Lactancia Materna (CNLM) de la Asociación Española de Pediatría (AEP) ha valorado esta ENA como una oportunidad única para fomentar un cambio positivo en los hábitos alimentarios de la población española, especialmente desde las primeras etapas de la vida. España presenta una de las prevalencias más elevadas de Europa en obesidad infantil. En este contexto, el CNLM de la AEP celebra la estrategia nacional y avisa de que es necesario fomentar la educación, la prevención y la sostenibilidad para prevenir patologías crónicas, preservando nuestra identidad gastronómica (dietas mediterránea y atlántica) y promoviendo un estilo de vida saludable para las generaciones presentes y futuras, pues la infancia y la adolescencia son etapas fundamentales para establecer hábitos alimentarios que perduren a lo largo de la vida. Recuperar las comidas en familia y el consumo de alimentos frescos y de temporada es clave para la educación alimentaria, tal como ha señalado la presidenta del citado comité Dra. R. Leis.

Así, el CNLM confía en que la Estrategia impulse el consumo de alimentos frescos y locales, fomentando patrones alimentarios sostenibles y saludables que reduzcan el consumo de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas, mientras refuerzan la educación nutricional desde edades tempranas. Con un enfoque coordinado que involucre a padres, profesores, pediatras y políticos. Asimismo, los padres y abuelos, como transmisores esenciales de valores y hábitos saludables en el hogar; los profesores y la escuela, considerando que los comedores escolares deben ser espacios de educación nutricional, complementados con la inclusión de contenidos sobre estilos de vida saludables en el currículo escolar; los pediatras y personal sanitario, destacando el papel clave del modelo pediátrico español no solo en el tratamiento de enfermedades, sino también en la prevención a través de controles de salud regulares a la población infantil y adolescentes; y los políticos, a través de un compromiso decidido por parte del Gobierno para coordinar políticas que promuevan la salud pública y garanticen el acceso universal a una alimentación saludable.