EN MEMORIA DE DOÑA MARÍA SUÁREZ HERNÁNDEZ

Por María Teresa Cabrera Ortega, cronista Oficial de Valsequillo de Gran Canaria

Cuando regresaba a mi casa en la tarde del 11 de abril de 2017, después de asistir a la celebración del 101 cumpleaños de doña María Suárez Hernández, no tuve la menor duda que la Crónica número 14, correspondiente al año 2018, la titularía DOS CENTENARIAS EN EL SIGLO XXI, que la dedicaría a ella y a doña Dolores López Rodríguez, dos damas centenarias a las que había tenido en mi entorno desde la infancia, este fue uno de entre tantos privilegios que me brindo la vida rural,  la convivencia con los mayores aportó a mi vida el respeto, reconocimiento y el poner cada día más en valor la vida que desarrollaron, lo que aprendí de ellos aflora en mi en muchos momentos de mi vida, que con el paso de los años aprecio más  y me sirven de reflexión cuando la vorágine de la vida me envuelve y hecho de menos ese sosiego que se respiraba en torno a esa vida familiar y de vecindad. Así comienza la crónica sobre la vida de estas dos mujeres que por contemporaneidad desarrollaron una vida similar, de mucho trabajo y dedicación incondicional a la familia, que con el paso de los años se vieron compensadas con unas vidas familiares plenas hasta el día de su partida. Según el cardiólogo hindú afincado en Estados Unidos DEEPAK CHOPRA, autor del libro CUERPOS SIN EDAD, MENTES SIN TIEMPO que decidió escribirlo …«pues pensó que sus pacientes necesitaban cuidar más la mente y el espíritu que  sus corazones.»  Dado que la edad biológica no se tiene que corresponder con la edad cronológica, incluyendo el estilo de vida y la conducta. María comenzó a trabajar desde temprana edad soportando una gran carga de trabajo a lo largo de su vida, haciendo esta salvedad se ajusta a las características psicológicas que incluyen los estilos de vida y la conducta que recoge el doctor Chopra en su libro y que pueden justificar su longevidad, María fue una  mujer muy trabajadora y madrugadora, que comía lo que daba la tierra, que supo convivir con los tiempos adversos, que disfrutaba con lo que tenían, a la que con el paso de los años la vida le brindó mayores comodidades a las se adaptó con la misma naturalidad con la que vivió los tiempos adversos, pero sobre todo lo mejor que le ha podido dar la vida es la gran familia que tuvo.

CIEGO DE ÁVILA, PROVINCIA DE CAMAGÜEY (CUBA), 11 DE ABRIL DE 1917

Para hacer esta crónica, a pesar de haber conversado con Mariquita la de maestro Paco, el del pozo Moreno, como la conocemos en la vecindad, desde que tengo uso de razón, pues coincidíamos casi a diario, la visité  3 de octubre de  2018, en su casa de Los Lomitos de Correa, para que me relatara la trayectoria de su longeva vida y me diera la receta para sobrellevar el paso de los años con la vitalidad que ella los afronta. Me recibió como siempre con gran afecto, sentada en el sillón, con aquella compostura que no manifiesta los años que tiene. Lo primero que me preguntó fue ¿viniste sola? A lo que le respondí que si, que  Óscar, mi marido se había quedado sulfatando los almendreros que estaban llenas de pulgón. Luego me preguntó si me acordaba de mi padre y le relate el recuerdo que tenía del día que murió, un día muy señalado; “El día de Todos Los Santos”, que lo vi morir , pero que era una niña de seis años y no sabía lo que estaba pasando. Luego me habló de mi abuela materna Isabel,  a la que definió como una mujer de mucho carácter, se acordaba de cuando se asomaba a la ventana en el mes de mayo a reprender a los chiquillos que venían de la escuela, porque cogían las rosas de un  precioso rosal blanco. que a forma de manto cubría los pies de la ventana, después de estas salvedades entramos en materia y ello me dio escribir esta crónica sobre su vida.

María es la mayor de nueve hermanos, sus padres Rafael Suárez Marrero y Rafaela Hernández Hernández, naturales de La Villa de Ingenio, se fueron a Cuba, para su padre librarse del cuartel, allí nacieron ella y una hermana ya fallecida; regresaron  a su Ingenio natal cuando ella contaba con tres años, allá por el año 1920. Su padre ganaba 24 pesetas a la semana, lo que era un salario insuficiente para mantener a la numerosa familia, por lo que María tuvo que empezar a trabajar a la temprana edad de nueve años, trabajó con don Miguel Alonso abajo en Iberia, con su tía Isabel, que era quien la llevaba y le conseguía los trabajos, de allí pasó a Ingenio, con don Juliano Bonny,  Martinón, y con Quintana con el que trabajó  unas ocho o diez zafras. 

El primer sueldo que ganaron ella, sus hermanas Fela e Isabel y su hermano José, pues con Lina no había que contar,  fue de cincuenta pesetas entre todos. Los vecinos estaban asombrados con lo que habían ganado, pues en esa época era dinero. Iba día por día de Ingenio a Piletas y de Piletas a Ingenio, tenía que pasar todo Agüimes, «saltaba la carretera de Agüimes, para llegar al almacén; toda la semana jalando la pata, menos los lunes, que las llevaban, y también cuando trabajaban de noche, con don Víctor,  allá del Carrizal, en Las Rosas». La madre era quien compraba la comida y la llevaba de Ingenio a Piletas. La guerra la cogió trabajando casa de don Juliano, recuerda que empezaron a tirar piedras a los coches. Le pregunto; ¿Como fue su juventud, también por si era una mujer de iglesia, aparte de tanto trabajar? y me dice:  «iba a los bailes aunque no sabía bailar, se juntaban allí tocando la guitarra, también iba a los sermones de Mayo y recuerdo el sermón de Las Siete Palabras en Semana Santa, La Virgen en un lado y el Cristo en otro, el Cura en el púlpito, decía: ¡Madre, mira a tú hijo! ¡Hijo, mira a tú madre!, hacía llorar, antes no era como hoy que lo hacen en el mismo altar». A estos sermones, siguió yendo después de casada y le acompañaba su hija Ofelia, que hoy nos acompaña y que así lo recuerda. Luego hablamos de los enamoramientos, le pregunté ¿Como la enamoró maestro Paco, (Francisco Pérez Santana), aquel cachorro de hombre tan guapo?  María me responde: «Yo tenía otro novio que me duró un año, pero el que se enamoró de mi fue el, eramos vecinos». ¿Cuantos años estuvieron de novios? Mariquita se santigua con la mano izquierda y me dice:  «Estuvimos de novios siete años, el se fue tres años a la guerra, ¡el hablaba con otra! Se enojó, no sabia nada de el, ni me escribía. Cuando vino de la guerra en el año 1939, hicimos  las paces,  nos casamos al sol puesto, en el año 1941, yo tenía 24 años, en la parroquia de Nuestra Señora de La Candelaria en Ingenio, nos caso don Antonio Mayor Mayor, este sacerdote era natural de San Mateo, los padrinos fueron una prima mía, y un amigo de Paco que trabajaban juntos en un pozo, lo vi esa noche y no lo he visto más», esto dio pie para comentar el papel de los padrinos… María se casó con un  traje gris, que le hizo una costurera, un velo negro y llevó unos zapatos que compró en Triana, que le costaron quince pesetas. Al finalizar la ceremonia religiosa hicieron un brindis en la casa de la madre de María, bailaron con un picá, »yo no bailé, no sabia, el pretendiente de mi prima, tenía el bar Los Cuatro Hermanos, y trajo unas botellas, yo no probé nada. La noche de bodas la pasamos en la casita que teníamos alquilada,  llevé de dote una colcha rosa, dos sábanas, una palangana y un vaso que se sacó mi madre en una rifa. Mi suegra nos prestó la cama de soltero de Paco, y con las 5.000 pesetas que el Gobierno me dio por la boda, – en ese entonces trabajaba con Quintana empaquetando tomates-, fui a Triana y compré un colchón lleno, dos sillones, una mesa para poner por los pies de la cama, dos mesas de noche, y el comodín, que me costaron 1.100 pesetas«.

»Llegué a ir a coger leña a la Cruz del Saucillo cerca de Tirajana,  traía  20 o 25 kilos, lo que podía cargar,  todo un día en ir y venir para venderla a un real y dos perras negras, bajando ladera a partírseme las patas, tenía que volverla a subir, así que de bonito, bonito, no tuve nada». Tuvieron ocho hijos: Francisco, Josefa, Rafaela (fallecida hace más de 60 años), Rafael, Ofelia, Carmen, Antonia, José Manuel y Guillermo, los seis primeros nacieron en El Ingenio, y los dos más pequeños en Valsequillo. Después de casada, Mariquita siguió trabajando, aunque ya no de forma continuada en Quintana, y alguna noche en el almacén de don Juliano Bonny, su marido en un pozo, como maquinista, en Aguatona (Ingenio), el pozo tenía mucho gas y no se podía trabajar, por lo que se fueron los trabajadores. Por medio de unos chicos que trabajaban en Valsequillo, se vino a trabajar en el año 1955 al pozo  Moreno, en el Peñón de La Negra, en el barrio de Los Lomitos de Correa, se le llamaba así por el color del entorno, le pagaban 100 pesetas todos los días, no bajaba al pozo si no algunas vez, pues el maquinista está siempre al pie del guinche, y era una gran responsabilidad. Mariquita me relata como recuerda el caluroso día del mes de agosto en el año 1955, en que llegó a Valsequillo, en coche alquilado de El Ingenio, “el coche de Bolaños”, – estuvimos hablando de Bolaños, puesto que yo también lo llegué a conocer, siendo ya un señor muy mayor-; el coche la dejó en el casco  del pueblo, pues no había carretera para  llegar al barrio de Los Lomitos de Correa, -la carretera se construyó en el año 1973-, los enseres que traía fueron acarreados a lomos de los caballos de Perdomo, la acompañaron en este periplo una hermana, y una sobrina. La primera noche la pasaron dentro del pozo, luego alquiló un alpendre, también vivieron en una cueva, en El Culatón. El día de la Concepción -el 8 de diciembre-, fue a casa de Pepe Cruz, pues este señor alquilaba una casa que aunque modesta, reunía mejores condiciones para vivir, estaba  en el barrio de Los Juagarzos, antes de llegar a Los Lomitos de Correa, aquí vivió ocho años, y recuerda como  Paco Atta,  padre del actual alcalde, que tenía un transporte, le hizo la mudanza »que Dios lo tenga en la gloria«. Luego, en la misma zona vivió durante 26 años de alquiler, en la casa de Manuel Benítez López. En Valsequillo trabajó yendo a apañar papas, también cogía cochinilla por las laderas, subía por el pozo Moreno, seguía al Montañón, y llegaba a Santa Brígida, con aquellos veranos tan caluroso, luego la llevaba a vender a un señor por El Ejido, y en la zona de la Plaza de San Gregorio, cerca de la dulcería de Los Pérez, en Telde. En Valsequillo nacieron sus dos últimos hijos, José Manuel y Guillermo. Recuerda que a Guillermo lo tuvo con Cristito la partera y a José Manuel, con Mariquita Suárez Velázquez -que viene a ser la consuegra de Lolita, la centenaria con quien comparte esta crónica-; estas dos parteras, eran las ayudantes del médico y del practicante, y eran vecinas de la zona. Compraba fiado, como era habitual en la época, se lo apuntaban en la libreta, para pagarlo cuando cobrara, por la noche hacía un caldo de arroz, un potajito de rábanos o coles, y algunas veces hacía unas papas fritas con un polvo de gofio, así transcurría la vida, »criando hijos y comiendo más«. Tenía un par de cabras, se comían la leche, también tenía gallinas. Viviendo en El Ingenio, recuerda que también llegó a comer muchas algarrobas, y que su hijo el mayor nació con la piel más oscura al parecer debido a eso, pero el comer esta leguminosa de gran valor energético, rico en proteínas, azúcares naturales, vitamina B6, y fibra, que se consumió de forma continuada durante la guerra, quizás también  haya contribuido a su longevidad. Pasan los años, los hijos crecen, la vida ha mejorando, maestro Paco se jubila, salían a caminar todas las tardes, a el no le gusta viajar pero ella si y me dice: »me entronizaba, iba a Zamora a ver a mi hermana, también fuí a las islas con mi hija Carmensa«. Pero el viaje que más caló en ella, fue el que hizo a Cuba con su hermano, allá por el año 1976 »…no di con ninguna familia, había mucha miseria, mi hermano llevaba una maleta llena de lapices y de gomas para repartir a los niños, los guardias detrás para que el turista no supiera la miseria que había. Se me partía el alma ver los niños por los cristales de los hoteles pidiendo comida. Nos vinimos con lo puesto lo dejamos todo, ¡daba pena!…». María se atraganta y exclama »¡es que tengo la tragadera jodida!«. Enviuda en el año 1998. »Paco fue un buen marido y un buen padre, le gustaba echarse una copilla, lo propio de la época, cuando las tiendas de aceite y vinagre, eran mitad tienda de aceite y vinagre y mitad bar«, se masajea la mano, »¡un dolorsillo de artrosis!, cada vez que me da un dolor me acuerdo de “Agustinita la Sola”, que era una vecina que tenia cuando vivía en Ingenio, padeció cáncer, cuando me veía al siguiente día de parir, lavando en la acequia me decía, hay mi niña ¿que tuviste ayer?, un niño, como que dicen que son los malos para los partos, hoy estas lavando, y si tienes una vida larga te acordarás de mi que no se te quitarán los dolores de encima, y así es». María me dice había que lavar los trapos, no eran ni pañales, para poder cambiar al niño, no quedaba otra. Le pregunto ¿ Como pasa el día? ¿ Que come? ¿Si duerme bien? ¿ Como anda de salud? »Aquí estoy, mis hijos me han salido muy buenos, los pobres, todos tienen su trabajo, y alguno ya jubilado. Viven ocho de los nueve hijos que tuve, tengo 23 nietos, veinticinco biznietos, y dos tataranietos. Por la mañana tengo una persona paga, y por la tarde y por la noche vienen mis hijos. Desayuno leche revuelta con gofio, siete cereales, y avena, almuerzo verdura molida, con queso tierno de  Pajonales, que es el más que me gusta, rábanos y habichuelas sancochadas, fruta molida, y zumo, también como yogur, ¡que estoy agita de ellos! natilla, y si me ponen un poco de bizcocho en un plato pego pizquito a pizquito y voy remoliendo como los conejo; pero se me estropea la boca…«.

Después de almorzar, se tiende un rato, cosa de una hora, luego merienda, dice que esta despierta casi toda la madrugada, »en la que me pongo a recordar las cosas de antes, aunque ya no me acuerdo de muchas cosas«, todavía no duerme muy mal, solo el día que cambia de cama, alguna vez se pasa a dormir a otra habitación, en otra cama y no duerme, le da un dolor que cree que la va a dejar inútil, prefiere estar en esta habitación donde conversamos, y dormir en esta cama que, aunque más pequeña, también es más baja y para ella es más cómoda, pues como no puede dormir si no virada para adelante, le es más fácil sentarse y apoyar los pies en el suelo. Ya es hora de irme, es casi la hora de la cena, María que conserva toda su lucidez, aunque ahora dice que le duele mucho la cabeza, se queda sentada apaciblemente en su sillón,  esta noche le toca quedarse a Ofelia, que nos ha acompañado durante estas horas de conversación, haciendo ella algunos apuntes sobre las vivencias familiares, pero durante la tarde han pasado por la casa cuatro de sus nietos, su hijo Paco, y no se si alguno más, que llegó a la puerta de la habitación, y al ver nuestra enfrascada conversación le hizo desistir del saludo; yo solo tomé agua al final, pues estaba tan metida en las vivencias que me estaba contando que a mi parecer el dedicar unos minutos a tomar café, o agua guisada, me sacarían de ellas y por nada quería perderme un solo gesto, ni una sola mirada de mi interlocutora, que se había entronizado para contarme sus vivencias centenarias, como cuando preparaba un viaje, una cabeza lúcida y un espíritu que ya quisiéramos tener con la mitad de edad. Manda recuerdos a mi marido. Me despido, ya es la hora de la cena; ¡Mariquita, a por los 102!. Muchas gracias por la tarde que me ha dedicado contándome sus vivencias, a lo que me contesta: »Ven cuando quieras mis puertas están siempre abiertas, ah! y cuando me muera que paren el entierro en la puerta de tú casa«.  María falleció el pasado 26 de enero de 2025, esto no fue posible pues los velatorios se hacen en el Tanatorio y el recorrido no coge de paso, pero mi querida Mariquita seguirá siempre viva en mi recuerdo y en mi corazón.