Descubriendo Valleseco en sus rutas literarias

Miguel González Pérez

Valleseco adentra al viajero en la zona más húmeda de Gran Canaria, donde el milagro de los vientos alisios permite con sus frecuentes precipitaciones, que no mojan pero si empapan, el desarrollo de una vegetación exuberante y multicolor dependiendo de la altitud y la estación del año.


El municipio situado en las medianías del centro norte de la isla fue, antes y después de su separación de Teror en 1842, hasta bien entrada la primera mitad del siglo XX, un lugar poco frecuentado. Su orografía, escarpada y de difícil pendiente, obstaculizaba las comunicaciones y el comercio entre las zonas limítrofes. Los caminos, deteriorados y situados en las orillas de los riscos, eran difíciles de transitar en invierno al estar derruidos por las correntías o embarrados; en verano se encontraban polvorientos y con el pavimento inestable. Sumado a estos inconvenientes estaban las condiciones atmosféricas que dificultaban la vida en la zona. Con un clima, casi extremo, lluvioso y frío en la estación invernal y en la estival seco y caluroso, con escasez constante de aporte hídrico en los cultivos veraniegos, condicionaban en gran medida la vida y las actividades agrícolas.
Muchos de los visitantes que anualmente llegan a este pueblo “cumbrero y trepador, que escala los peldaños de la Cumbre”, posiblemente, lo hagan para descansar y disfrutar de sus maravillosos y enigmáticos paisajes cromáticos, rocosos y quebrados que se reparten a lo largo de su secreta geografía. Sin embargo, cuenta con un valioso patrimonio etnográfico e histórico aún por descubrir. Los primeros están relacionados con la sabiduría del agua y la piedra; los otros, se hallan referidos a sus ricas y variadas costumbres y tradiciones sin olvidar el marcado carácter de la religiosidad de su paisanaje.


Ruta del obispo Tavira
Las primeras visitas a Valleseco de las que se tienen constancia las llevan a cabo los obispos para valorar el estado de la Ermita y el trabajo realizado en ella por los distintos Mayordomos como administradores de su patrimonio; “que juraban llevar, dar bien y fielmente las cuentas y se comprometían con sus bienes y persona a guardar los bienes de la Ermita”.

El primer prelado que visitó este pago de Teror fue Fray Valentín Moran Méndez en 1759, le siguió Francisco Javier Delgado y Venegas el 30 de octubre de 1766 y el 19 de septiembre de 1777 Juan Bautista Cervera, pero éstos, como tantos otros, sólo dejaron sus “mandatos” en el libro de “Santa Pastoral visita de Valleseco”. No especifican itinerario alguno, ni de ida ni de vuelta.
Hemos de esperar hasta que el obispo Antonio Tavira y Almazan el 3 agosto de 1793 “inicié un viaje rumbo a Valleseco desde Moya”. En su “Diario de Tavira” describió la ruta que tomó:
“Día 3.
“Oio misa S. Y. y como a las siete se puso en camino para el lugar de Teror por el Lomo de la Montaña de Oramas, la pasamos toda, es espesísima de árboles que los más principales se llaman, brezo, hijo, mocán, barbusano, hierba cruz, viñático, follao marmulano y haya. Es hermosísima y muy digna de verse, pasamos la cuesta del Rapador muy pendiente y de malos pasos, pero no tiene peligros de baladeros, la bajamos a pie para más comodidad.
Visitamos la casa de la Virgen y la ermita de San Vicente sita en el término de Valle Seco el cual tiene hoy 340 vecinos, y está retirada del pueblo (Teror) y malos caminos, llegamos como a las once sin novedad. Por la tarde paseamos y lo pasamos bien toda la noche”.


Rutas de Olivia Stone. “La mujer que descubrió Valleseco al mundo”.
Unos cien años después, la británica Olivia Mary Stone (1856 – 1898) en el segundo tomo de su obra titulada, Tenerife and Its Six Satellites, publicada en 1887, alusivo a Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, difunde los valores naturales y paisajísticos de Valleseco a nivel nacional e internacional apoyada en las fotografías de su esposo John Harris.
La autora destacó por sus excelentes dotes descriptivas, la sencillez y claridad al referir experiencias y observaciones del paisaje y del paisanaje. Con una narrativa amena mantiene la incesante curiosidad del lector ocupando, actualmente, un lugar privilegiado dentro de la riquísima y variada literatura de viajes que existe sobre todas las islas del archipiélago canario.
Esta viajera, aventurera y desconocida, realizó dos rutas por el municipio de Valleseco, la “Ruta sur o parte alta” y la “Ruta noroeste o parte baja” descubriendo la belleza del paisaje otoñal de las medianías del norte centro grancanario en la primera y algunos reductos del que fuera el antiguo bosque de lauráceas de Gran Canaria, aquella Selva de Doramas, en la segunda.

Ruta sur
Una semana después de su llegada a Gran Canaria en 1883, “el 14 de noviembre, previo desayuno en Tejeda a las 8 de la mañana, sale la expedición dirección Teror a las 9:25 y con 10 grados centígrados”.
Tras un agradable recorrido, de unas tres horas, entra en la parte alta de Valleseco comenzando a dibujar la belleza y encanto de la panorámica que le ofrecía la zona.
En su diario dejó plasmadas preciosas descripciones del itinerario.


Ruta noroeste
“Llevaba unos dos meses en Gran Canaria cuando Olivia Stone partió con su expedición desde Arucas el 1 de enero para el pueblo de Firgas”, iniciando la “Ruta noroeste o parte baja de Valleseco”.
En su agenda anota escenas de gran belleza paisajística.


Ruta de Miguel de Unamuno
En 1910 el célebre escritor y filósofo Miguel de Unamuno (1864 – 1936) al realizar su itinerario hacia el interior de Gran Canaria, saliendo desde Teror, describe el paisaje hasta llegar a Valleseco.
“De mañana emprendimos la marcha a caballo para ir a visitar el valle o barranco de Tejeda, una de las dos grandes calderas de la isla.
El camino va por entre barrancos donde a trechos cubre el suelo el humilde codeso, en hondonadas alzan sus cabezas frondosas el castaño y el nogal, y en calcinadas vertientes o entre rocas volcánicas prende tal cual al miserable tabaiba.
Hicimos alto en Valleseco un pueblecito tendido en la falda de la montaña y que estaba engalanado por hallarse de fiesta.
(Al salir de Valleseco) Pasando senderos cortados a pico en abruptos y escarpados derrumbaderos dimos vista al valle de Tejeda”.
Las impresiones de esta salida quedaron recogidas en su artículo “La Gran Canaria”, incluido en el libro “Por tierras de Portugal y España” (1910).


Ruta de los canónigos
Otros escritores, menos conocidos, pero sin menguar su importancia en la literatura canaria del siglo XX, fueron los canónigos de la Diócesis Canariensis-Rubicensis D. Pablo Artilles Rodríguez (1906 – 1983) y D. Tomás Ventura Santana (1887 – 1978) seudónimo Félix de Montemar.
D. Pablo Artiles Rodríguez en su obra titulada “Isla Azul” (1937) realiza unos retratos literarios, con gran belleza expresiva e impresiones agradables, de los distintos paisajes y pueblos de Gran Canaria. Su intención es que el lector descubra sensaciones y emociones desconocidas a medida que va pasando imaginariamente por los lugares de la isla “Grande”.
“Un grito de júbilo se escapa al viajero al llegar a las alturas donde se asienta el pueblo de Valleseco. Mirando hacia atrás desde la, ”Fuente de Zamora” (…).
Así comienza el artículo sobre Valleseco para continuar describiendo su naturaleza verde con la habitual niebla en invierno.
De esmerada preparación intelectual que dejó una profunda huella en las letras canarias fue el veguense D. Tomás Ventura Santana. Su vocación periodística le llevó a escribir en la prensa local artículos de toda índole cargados de agudeza y de ironía llegando a causar polémicas entre sus lectores. Mostró gran facilidad para la poesía. Destacado sonetista dedicó a Valleseco dos de ellos.


Ruta “Hasta la vista del Nublo”
Don Pablo Artiles, buen conocedor de Valleseco, realiza el itinerario “Hasta la vista del Nublo”, el autor describe el recorrido, parte en coche y parte a pie, desde Teror hasta la vista del Roque Nublo pintando de forma poética los rincones de Lanzarote, Valsendero, Madrelagua, Cueva Corcho y el monte Constantín entre otros lugares.
Han pasado los años y todavía estos lugares descritos, con gran acierto, por nuestros guías se mantienen casi intactos invitándonos a visitarlos y a disfrutarlos en cualquier época del año.


Descubramos este
“Pueblecito sin par que tiene, en suma, su más perfecto y bello panegírico en su modesto nombre VALLESECO”.