Por Juan José Laforet. Cronista Oficial de Gran Canaria
26 JULIO DE 1501
El 26 de julio de 1501, en una real disposición dada en Granada por los Reyes católicos, se otorgaba la “merced del agua de Tejeda para propios de esta isla”, “…trayéndose el agua de la sierra que dicen Tejeda a cierta parte de la dicha isla para que se aproveche de ella para riego (y) se podría hacer alguna renta para los dichos propios sin daño de tercero alguno”. Veinticinco años después, tras laboriosos trabajos de una ingeniería hidráulica pionera y valiosísima, el agua de Tejeda comenzaba afluir abundantemente hacia el Barranco de la Mina a través de un amplio túnel, y desde allí a través de una larga red de distribución, de unos cuarenta kilómetros, a las tierras de cultivo y a la ciudad en la costa. A propósito de ello, el geógrafo Jaime J. González Gonzálvez ha señalado como “Simón Benítez Padilla resaltó en su libro Gran Canaria y sus obras hidráulicas [1959] que la Mina de Tejeda [1526] -túnel o galería para trasvasar las aguas de un importante manantial desde la Caldera de Tejeda a la vertiente oriental de la isla- era una de las más importantes obras hidráulicas de Gran Canaria. Esta extraordinaria obra de ingeniería, que ha ejercido y sigue ejerciendo influencia a propios y extraños, tiene un valor cultural ostensible: útil, antigua [500 años] e histórica”.
Eran los años en que tanto la ciudad que crecía, como el puerto que nacía con enorme vocación de futuro, tenían ya una necesidad imperiosa, que sigue siendo hoy una de las grandes preocupaciones del presente, los recursos hidráulicos. Sí, como además añade el historiador británico Greg Woolf, las “explicaciones de episodios concretos de urbanización han variado enormemente”, y los motivos que llevaron a la aparición y desarrollo de Las Palmas de Gran Canaria también lo son, es indudable que la fundación de muchas urbes, en un lugar determinado, viene dada “por las exigencias de entornos con problemas hidráulicos”. Y ese fue uno de los factores determinantes del asentamiento del Real junto al Guiniguada, “…barranco que llevaba agua perpetua a la mar que pasaba al pie de este sitio”, como recoge la crónica “Lacunense”.
Pero ese caudal, como el de pozos que se pudieron abrir en las inmediaciones, muy pronto no fue suficiente para atender las necesidades de una población y de una producción agrícola creciente, por lo que se buscaron alternativas, y una de ellas, quizá la más importante, trajo consigo la realización de la primera gran obra de ingeniería pública hidráulica de Canarias, la construcción del afamado “Túnel de la Mina de Tejeda”, del que, el próximo año 2026, se deberá conmemorar el 500 Aniversario de la finalización de su construcción, junto con unos 44 km de canales y acequias para trasportar el agua a la ciudad.
Como recuerda la FEDAC en su página web la Mina de Tejeda “no constituye en su naturaleza una galería filtrante sino un túnel de trasvase de agua del manantial más rico de la Isla –ubicado a 1470 m de altitud, en la cabecera de la cuenca de Tejeda, en El Ancón de La Mina– hacia la vertiente húmeda del Noreste. Ha sido denominada desde un principio como mina porque, como ya estudiamos, hasta el siglo XIX, en Canarias, cualquier perforación horizontal relacionada con agua tomaba este nombre”. La galería fue excavada a partir de la norma de 1501 para hacer llegar el agua de la cuenca de Tejeda a la capital. “La solicitud de apertura fue concedida el 26 de julio de 1501 por real cédula de los Reyes Católicos. La obra se presupuestó por 250.000 maravedíes de Castilla (18.099 reales de vellón de la época)”, y se adjudicó a Juan de Aríñez, siendo ejecutada por Fernán Rodríguez Gallegos, con unos trabajos que comenzaron a un tiempo en las dos laderas opuestas, con un grosor de 330 metros
Sin duda, una gran efeméride a conmemorar por Gran Canaria y su capital el próximo año, pues marca y destaca la importancia trascendental que, desde tiempos tan remotos, ya tenían las obras hidráulicas para la isla y su principal población, justo cuando ahora se acometen enormes trabajos de ingeniería hidráulica que, una vez más en la historia insular, abren las puertas al futuro.